Hace tiempo, leí un artículo
muy interesante sobre el perdón, publicado en la Revista Tierra Santa (Mayo-Junio 2012), cuyo autor es el teólogo ARIEL ALVAREZ VALDES, del cual,
reproduzco a continuación un resumen que considero muy interesante:
Promediaba ya la vida
pública de Jesús cuando una tarde, mientras les enseñaba a sus discípulos en
Cafarnaún, Pedro le preguntó: "Señor,
¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta
siete veces?" (Mt 18,21) Jesús le respondió de un modo inesperado y
sorprendente: "No te digo que
perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete." (Mt
18,22).
"Cristo y la mujer adúltera" - Rembrandt
Lo que Jesús quiso decir
con esta frase simbólica es que debemos perdonar SIEMPRE, sin poner límites.
Que el perdón no debe ser una excepción, o un favor que le hacemos a alguien,
sino una actitud o disposición habitual de nuestra vida.
Varias veces enseñó Jesús
a sus discípulos que debían perdonar. Y para que no olvidaran esta obligación
la dejó inmortalizada en el Padrenuestro, cuando enseñó a pedirle a Dios: "Perdónanos nuestras ofensas, como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden." (Lc 11,4) "Porque si ustedes perdonan a los hombres sus
ofensas, también el Padre celestial los perdonará a ustedes; pero si no
perdonan a los hombres, tampoco el Padre perdonará las ofensas de
ustedes." (Mt 6, 14-15).
Sin embargo, y a pesar
del énfasis que Jesús puso en este mandato, pocas cosas hay que le cueste tanto
a los cristianos como perdonar. Y eso se debe a que tienen una idea equivocada
sobre el perdón.
PRIMER ERROR: Consiste en creer que cuando uno perdona le hace un favor a su
enemigo. En realidad cuando uno perdona se hace un favor a sí mismo. La
experiencia nos enseña que cuando tenemos un resentimiento hacia otra persona,
somos nosotros los únicos perjudicados, los únicos que sufrimos, y ello nos
causa daño, pasando noches sin dormir, envenenando nuestra mente, mientras
tanto nuestro enemigo está en paz y no se entera de nada. Es indudable que
nuestro enemigo estaría feliz si se enterara del daño que su recuerdo provoca
en nosotros. El que perdona gana, no pierde.
SEGUNDO ERROR: Consiste en creer que perdonar significa justificar. Que
perdonar es una forma de comprender la actitud del otro, de decir "aquí no
ha pasado nada". No es así, a veces es mucho y muy serio lo que ha pasado.
Pero si a pesar de ello uno perdona, no es porque cierre los ojos ante lo
sucedido. Cuando a Jesús le presentaron a la mujer adúltera, Jesús la perdonó.
Pero no justificó su mala conducta. Al contrario. La despidió aconsejándole:
"Vete, y de ahora en adelante no pequés más." (Jn 8, 3-11). Cuando uno perdona, reconoce que el otro ha
obrado mal, pero aun así, decide perdonarlo para preservar su propio bienestar
interior. Perdonar no es disculpar.
No es liberar de culpa al otro, sino que es asumir una higiénica actitud de
vida.
TERCER ERROR: Consiste en creer que perdonar implica olvidar. No es así.
Jesús nunca pidió a los cristianos que olvidaran las ofensas recibidas. Y ello
por una razón muy simple: el olvidar o no algo depende de la memoria que uno
tenga. Y la memoria es una facultad que no depende de nuestra voluntad. La
experiencia nos demuestra que a veces uno quisiera recordar algo y no puede; y
otras veces desearía olvidar ciertas cosas y no lo logra. Por tanto, si alguien
tiene buena memoria, recordará siempre las cosas que le sucedieron,
especialmente si fueron desagradables, pues el recuerdo de un hecho depende de
su carga afectiva; y los hechos desagradables tienen una gran carga de
emotividad, por lo que se fijan más en el recuerdo. Por tanto, no podemos
imponer el olvido a la voluntad. El
hecho de que perdonemos, no significa que olvidemos...A veces incluso conviene
no olvidar, para evitar volver a ser herido. Porque quien perdona y olvida,
olvida lo que perdona.
CUARTO ERROR: Consiste en creer que perdonar significa volver forzosamente las
cosas a como estaban antes del enojo. Que si uno perdonó a un amigo, debe
devolverle la amistad; que si alguien perdonó a un empleado infiel, debe
devolverle la confianza; que si uno perdonó a alguien con quien convivía, debe
aceptarlo nuevamente con él. Eso no es necesariamente así. No siempre se puede devolver la confianza a quien nos defraudó, aun
cuando se lo perdone. Más aún: a veces resulta una imprudencia restituir la confianza
a quien nos ha engañado una vez. No obstante, lo puedo perdonar. El perdón
no implica reponer sentimientos ni afectos; eso nunca lo ordenó Jesús. Tampoco
el perdón impide que yo reclame la reparación de la injusticia cometida o el
digno castigo que merece, siempre que yo no busque en ello la venganza
personal, sino la justicia.
QUINTO Y ULTIMO ERROR: Consiste en creer que, para perdonar a alguien, tengo que esperar a
que él se arrepienta y me pida perdón. Si así fuera, nuestra posibilidad de
perdonar estaría condicionada por nuestro enemigo. Se perdona y basta. Debe
aclararse en este punto que el perdón que da Dios y el perdón que dan los
hombres son diferentes. Cuando Dios perdona, no lo hace para sanarse El sino
para sanarnos a nosotros del pecado, por eso hace falta que estemos
arrepentidos y pidamos perdón. Pero cuando el hombre perdona, lo hace para
sanarse a sí mismo y librarse de las secuelas que le dejó la violencia vivida.
Y para ello no hace falta que el otro se arrepienta. Basta con que uno quiera
perdonar.
Perdonar es una decisión, y es una decisión personal.
¿Y cómo puede uno saber
que ya ha perdonado? Cuando no se desea el mal al otro, cuando se ha renunciado
a la venganza, y cuando uno es capaz de ayudar a su ofensor si lo ve pasar
necesidad.
Perdonar es soltar una
brasa encendida, que asimos en un momento de nuestra vida, y que nos lacera y
nos quita las ganas de vivir. En cambio, la falta de perdón es capaz de
enfermarnos y volvernos malos. Por eso, es muy acertado el consejo de San
Agustín. "Si un hombre malo te ofende, perdónalo, para que no haya dos
hombres malos."
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