miércoles, 28 de agosto de 2019

Lourdes 2019: Regreso en el año de Santa Bernadette.

Me siento enormemente afortunada por peregrinar a Lourdes desde el año 2012. Aquel año, que tanto significó para mi vida espiritual, vino marcado por la llamada de Nuestra Señora a su Gruta de Massabielle. Poco podía yo imaginar entonces lo mucho que llegaría a amar este lugar.

Aun cuando las circunstancias no me permitieron peregrinar en el año 2018, en el que se conmemoró el 160 aniversario de las apariciones de Nuestra Señora de Lourdes, regresar en este año 2019 ha supuesto un regalo que mi alma agradece infinitamente. Especialmente porque el presente año implica una doble celebración: el 175 aniversario del nacimiento de Santa Bernadette y el 140 aniversario de su paso a la eternidad.


Así es, mi querida Santa Bernadette, sabes bien que mi corazón se apenó profundamente al no poder peregrinar a Lourdes en el pasado año, pero ha supuesto una alegría inmensa regresar en este tu año conmemorativo, pues te siento mi querida amiga y compañera en multitud de recorridos por las calles de tu Lourdes natal. Bien sabes que este año mi plan de visitas del lugar se vio alterado, pues el único museo que me restaba por visitar ya no existe debido a su cierre tras las últimas inundaciones. Aun así, no hay ni un segundo para la decepción, pues tu mano siempre toma la mía para conducirme junto a la presencia de Nuestra Señora. Encaminando mis pasos y atravesando la puerta de San Miguel, me encuentro con tu imagen junto al Calvario Bretón, hecho que motiva mi sonrisa de agradecimiento por presentarte así, con tu habitual sencillez, frente a mí. Tras unos instantes junto a tu imagen, mis pasos avanzan por la explanada topándome contigo a cada momento y conduciéndome a los pies de Nuestra Señora, la Virgen Coronada, para quien va siempre mi profundo agradecimiento por permitirme regresar. Y desde allí, contemplo ese Santuario que tanto amo y prosigo mi ruta hasta el corazón de Lourdes, tu querida Gruta de Massabielle donde la Señora te miró como a una persona y te sonrió llena de luz.











Sí, Bernadette, tu historia la conocemos ampliamente, sin embargo, no nos cansamos de rememorarla. Así lo han considerado un grupo de artistas que, en este tu año de celebración, han realizado el espectáculo musical "Bernadette de Lourdes", del cual todo el mundo habla y que cuenta con la aceptación unánime de clero y peregrinos. Caminando por las calles de Lourdes contemplo las fotografías de muchas de las escenas de este musical que te rinde homenaje. Bien sé que huyes de cualquier protagonismo, pero es inevitable que te recordemos y deseemos tu presencia viva en nuestro peregrinar. 

Fotografía de una de las escenas del musical.


Recorriendo las letras de las canciones del espectáculo, me emociono pensando en ti..."Yo nací en el barro porque ese era mi lugar, sin ningún horizonte más que permanecer de rodillas... entonces, ¿por qué yo?, si no es por Vos". Ciertamente, esta canción te refleja a la perfección. Naciste en la pobreza y fue por la aparición de Nuestra Señora que te arrodillaste en la Gruta, cuya roca acariciamos con nuestras manos mientras dejamos allí impresas nuestras peticiones, nuestros agradecimientos y nuestros anhelos. No hay duda, Lourdes es el lugar de todos mis anhelos, mi destino soñado año tras año y el lugar al que me transporto mentalmente, cada día, desde mi hogar. Tras pasar por la Gruta y encender nuestras velas, nos disponemos a rezar el Santo Rosario, todos unidos orando por las intenciones expresadas, al tiempo que contemplamos a la Santísima Virgen, viendo con nuestro corazón "aquello que escapa a nuestras miradas", y sintiendo que "Aquélla a quien viste, es la Luz. Habláis entre ambas y una misma sonrisa os ilumina"







Es hermoso sentarse ante la Gruta y sentirse en  comunión con quienes nos rodean. Son momentos intensos que nos llevan a la reflexión y que a muchos nos conducen después a la capilla de la reconciliación, junto a la imagen del Santo Cura de Ars, donde arrepentidos de nuestros pecados, confesamos y recibimos la absolución. El alma se siente entonces más ligera, y "del frío que la atenazaba, ya sólo retiene la dulzura". ¡Qué hermoso es sentir la misericordia de Dios! Tras unos momentos de oración, salgo al exterior y he aquí que recibo el mejor regalo, pues el Santísimo Sacramento se aproxima bajo palio con motivo de la procesión que todas las tardes atraviesa la explanada. Siento entonces una emoción intensa y cálida mientras, de rodillas, veo pasar a Nuestro Señor ante mí.


Oh, San Juan Mª Vianney, rogad por nosotros.

Con esa emoción que embarga el alma, me dirijo caminando a la Basílica de la Inmaculada Concepción para participar en la Santa Misa en español, celebrada por un sacerdote de Huesca, y en la que españoles e iberoamericanos nos unimos siempre como hermanos. Tras ser invitada a leer la primera lectura, regreso a mi asiento y contemplo la hermosa imagen de Nuestra Señora... "Señora, Vos que escucháis las oraciones de los pobres pecadores, llenadnos de Vuestra Luz". El mensaje de la homilía nos invita a buscar el reino de Dios en nuestro interior y a dejarnos conducir por la Santísima Virgen, acogiendo en nuestros corazones Su consejo: "Haced lo que Él os diga". Con alegría por haber participado de la Santa Misa, rindo visita a la pequeña reliquia de Santa Bernadette que sustituye durante unos meses al precioso relicario que se encuentra peregrinando por Italia y que muy pronto llegará a España para ser venerado por sus fieles devotos.



Oh, San Luis Mª Grignion de Montfort, 
rogad por todos los pobres esclavos de María.



Las horas transcurren de una manera tremendamente rápida cuando nos sentimos muy felices. Es por ello que, casi sin darme cuenta, la noche ha caído sobre Lourdes, y los peregrinos nos dirigimos portando nuestras velas a la procesión de las antorchas para unirnos en oración, una vez más, rezando el Santo Rosario. La noche sobre Lourdes siempre está llena de luz pues su cielo se muestra repleto de estrellas que nos iluminan con sus destellos... "De la noche que me rodea, retengo las sombras que se esclarecen... De las llamas de las velas, retengo la infinidad de su brillo...De las palabras que se entremezclan, retengo el sonido de la oración". Durante el rezo, contemplo a Nuestra Señora de Lourdes en procesión, como un haz de luz que avanza lentamente y entonces, no hay duda, tengo la seguridad de que Ella es quien nos ilumina en todo momento.



Tras la luz de las velas y de las estrellas, el nuevo día nos trae una lluvia abundante, como un torrente de gracia que cayese sobre nosotros, y esa ligera melancolía que ya sentimos al saber que se acerca la hora de la partida. Aun así, enfilamos la avenida Bernadette Soubirous, pues no podemos dejar de regresar a la Gruta de Massabielle, donde nos despedimos de Nuestra Señora durante la Santa Misa que se celebra a sus pies. Y así, tras beber una vez más del manantial, es tiempo de echar una última mirada al maravilloso entorno con el deseo de regresar siempre a este lugar lleno de paz y amor.





Así es, mi querida Santa Bernadette, como ha transcurrido nuestra breve peregrinación en esta ocasión, e imaginando aquellos momentos en que Nuestra Señora desapareció de tu visión, escucho:

"Oh María, cuando os vayáis, necesitaremos vuestra ternura para no pasar frío en nuestras mañanas de debilidad... Dejadnos vuestro amor; yo conservaré una dulce sonrisa recordando aquellos momentos de alegría... Oh María, tened piedad, haced que este mundo vida de amor, alegría y paz. Cuando os vayáis, no olvidéis a vuestros hijos, que os necesitan para aprender a crecer...Dejadnos vuestra paz y nunca nos olvidéis". 

Oh, Nuestra Señora de Lourdes, oh Santa Bernadette, no me olvidéis y no permitáis que yo os olvide. Sabiendo que no encontraré la felicidad en esta tierra, haced que ame la cruz con verdadera alegría y llevadme ambas de vuestras manos hasta que pueda reunirme con vosotras en el cielo.

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(Las frases destacadas en negrita y en cursiva han sido entresacadas por mí de las canciones del musical "Bernadette de Lourdes". Ha resultado fácil integrarlas en mi redacción pues, quienes amamos Lourdes y todo lo que allí aconteció, compartimos el mismo sentir y guardamos su significado en nuestro corazón).

FOTOS: María Luz Gómez


martes, 6 de agosto de 2019

El pudor y la elegancia.

Como es habitual en esta época del año, la ciudad de Madrid se ve sometida a las altas temperaturas veraniegas, que imponen la necesidad de buscar alivio al refugio del sol. El descanso estival empuja a gran parte de la población a las playas de las costas españolas, mientras otros aprovechan su tiempo libre visitando los rincones más turísticos de la capital, mezclándose con la gran cantidad de turistas que nos visitan. En todo lugar y a cualquier hora, los viandantes aparecen ante mí como seres uniformes, escasamente vestidos de acuerdo con las tendencias actuales y haciendo gala de la falta de pudor que caracteriza nuestra época. Ante esta visión, mi mente levanta el vuelo y mi vista se dirige a épocas de antaño, en que los caballeros y las damas paseaban ataviados con decencia y buen gusto. Los veranos venían marcados por el éxodo de las clases altas a los destinos costeros y las damas paseaban por las playas luciendo sus largos vestidos blancos y protegiéndose del sol con sus sombrillas y elegantes pamelas.

"Paseo por la playa" (1909)
Joaquín Sorolla
Museo Sorolla (Madrid)

Hablar de pudor y decencia en la actualidad se ha convertido, a ojos de la mayoría, en algo desfasado, pues la sociedad actual presume de haber superado esas nociones que considera propias de un pensamiento retrógrado. Por tanto, conviene recordar el significado del término "pudor", que no es otra cosa sino la tendencia y hábito de conservar la propia intimidad a cubierto de los extraños.

Vivimos bajo el reinado del completo libertinaje, donde no se respeta ni la intimidad propia ni la ajena, lo cual, como bien expresa el Padre Lucas Prados en su obra "El pudor cristiano", "es propio de personas frívolas, carentes de vida interior, que no tienen reparo en descubrir fácilmente su intimidad. No se aprecian en lo que valen y no tienen inconveniente en descubrir su cuerpo y airear sus asuntos personales ante la presencia de personas igualmente frívolas. Desconocen que cuanto más rica es una personalidad, mayor intimidad posee y por eso, su sentido del pudor es más fuerte". Esta supresión del pudor se produce como consecuencia del abandono de la práctica religiosa; si la intimidad personal se difumina, es lógico que el ateísmo se incremente, pues todo encuentro con Dios tiene lugar en el centro de la intimidad personal. A mayor falta de fe, mayor es la falta de pudor. En esta situación, el terreno está bien abonado para que las personas estén ávidas de gozar de los placeres terrenales, rechazando la cruz y la sobriedad, reduciéndose la caridad hacia el prójimo y logrando que toda una cascada de pecados invada las almas.

"El pudor advierte el peligro inminente, impide exponerse a él e impone la fuga en determinadas ocasiones. El pudor no gusta de palabras torpes y vulgares, y detesta toda conducta inmodesta, aun la más leve; evita con todo cuidado la familiaridad sospechosa con personas de otro sexo, porque llena plenamente el alma de un profundo respeto hacia el cuerpo que es miembro de Cristo y templo del Espíritu Santo".



(Papa Pío XII)



En semejante ambiente, nuestro mundo promueve formas de vestir peligrosas, alejadas del recato y de la modestia aconsejadas por la Santa Iglesia Católica. Este hecho fue anunciado por la Santísima Virgen en Fátima, cuando dijo a la pequeña Santa Jacinta Marto: "Los pecados que llevan más almas al infierno son los pecados de la carne. Vendrán modas que ofenderán mucho a Nuestro Señor". Cien años después, no podemos poner en duda la veracidad de esta profecía realizada por Nuestra Señora. No sólo las playas y las piscinas se han convertido en territorio inmoral, también nuestra calles son hoy escenarios indecorosos en los que, especialmente las mujeres se convierten en cómplices de numerosos pecados. Arrastradas por las modas, la frivolidad y la vanidad, se perjudican a sí mismas y a toda la sociedad.

"A menudo se dice, casi con resignación pasiva, que la moda refleja las costumbres de un pueblo. Pero sería más preciso y mucho más provechoso decir que expresan la decisión y la dirección moral que un pueblo pretende tomar, para ser o naufragado en libertinaje o mantenerse en el nivel en que ha sido criado por la religión y la civilización". 


(Papa Pío XII)

Las mujeres no se dignifican aligerando su vestuario, sino vistiéndose con recato y elegancia. El impudor y la vanidad son pecados que arrastran almas al infierno, como bien explicaba el Santo Cura de Ars en algunos de sus magníficos sermones. No sólo pecan ellas sino que hacen caer en pecado a quienes las contemplan con malicia, pues el ojo es la lámpara del cuerpo y la puerta de los deseos, como consecuencia del pecado original. Nuestro Señor Jesucristo nos enseña que nuestros sentidos deben guardarse de la tentación a través del recogimiento de las miradas y evitando las ocasiones de pecado. Nuestra mirada y todos nuestros sentidos deben reservarse para todo aquello que enriquezca nuestras almas. Debemos actuar con responsabilidad, cuidando de nuestras almas y evitando ser ocasión de pecado para los demás, pues de todo esto tendremos que rendir cuentas en el día del Juicio. 

El pudor mantiene el misterio que es esencial a toda mujer y logra que el hombre descubra en ella su corazón, su alma y su personalidad; sólo lo misterioso es capaz de despertar un interés duradero. Por el contrario, si la mujer desvela su intimidad, pierde su alma, vendiéndola al demonio... Y, si pierde su alma, ¿qué destino espera a toda la sociedad? Bien harían las autodenominadas feministas en dignificarse huyendo el impudor y de la promiscuidad que tanto promueven, en lugar de actuar como cómplices de infames intereses masculinos. El hombre debe respetar a la mujer, pero es obligación de la mujer darle un ideal que respetar.

"Nuestra apariencia externa revela nuestra disposición interior". 


(Jason Evert)

El estilo de vida cristiano se caracteriza por la sobriedad, la modestia y el pudor. Somos miembros de Cristo y templos del Espíritu Santo, y como tales debemos comportarnos y presentarnos ante los demás. Vivimos en este mundo pero no le pertenecemos como bien nos enseñó Nuestro Señor Jesucristo. Ciertamente, no resulta fácil ir contra corriente, pero para resistir no debemos basarnos en nuestras propias fuerzas, pues somos débiles, sino orar, vigilar y seguir las enseñanzas del Evangelio, con las cuales se dio lugar a una nueva civilización a través del pudor, la castidad, la virginidad y el sagrado matrimonio monógamo. Por tanto, no debemos seguir las modas mundanas que incrementan el impudor. Observo que muchos católicos siguen las modas pero siempre un paso por detrás para no escandalizar; si de verdad somos bautizados y aspiramos a la santidad, no debemos seguir el camino marcado por la mundanidad. Pocos son los que siguen los ayunos cuaresmales y muchos quienes se apuntan a todo tipo de ayunos y dietas orientados al culto al cuerpo, como una muestra más de idolatría y relajamiento moral propio del paganismo, olvidando que la verdadera belleza no radica en  poseer un cuerpo perfecto sino en la virtud. 

"Ya sea que debamos hablar como nos vestimos, o vestirnos como hablamos. ¿Por qué profesar una cosa y demostrar otra? La lengua habla de castidad, pero todo el cuerpo revela impureza". 
(San Jerónimo)

Reafirmemos nuestra personalidad y no nos dejemos influenciar por quienes tratan a atacarnos y acomplejarnos por creer en nuestra dignidad y por cumplir las normas dictadas por el pudor. Comportémonos siempre y en toda circunstancia con la debida dignidad, haciendo uso de nuestro sentido común para adecuar nuestra vestimenta y nuestro comportamiento a cada circunstancia. Las mujeres contamos con el incomparable ejemplo de la Santísima Virgen María, modelo a imitar en todos sus detalles y virtudes. ¡Volvamos nuestros ojos hacia Ella, llenémonos de sentido sobrenatural y dispongámonos a dirigirnos a nuestra patria celestial, donde nos reuniremos con todos los santos, revestidas siempre de pudor, decencia y elegancia!

"Cuando la mujer pierde su manera de ser delicada, su pudor y su dignidad, el hombre pierde su respeto hacia ella y comienza la ruina de la sociedad. La verdadera dama por sí sola infunde respeto y en nadie despierta malos deseos ni osadas libertades. Conforme se mantiene la mujer, queda en pie o se derrumba la vida humana. Donde la mujer se rebaja a objeto de placer, imperan los instintos naturales, la vida de los sentidos; pero cuando la mujer imita la delicadeza y el pudor de María, allí florece la verdadera cultura, la dignidad humana". 


(Monseñor Tihamér Tóth)


LECTURAS RECOMENDADAS:

-"El pudor cristiano" (Padre Lucas Prados)
-"El casto brillo del pudor cristiano" (Artículo publicado en la Revista "Heraldos del Evangelio" nº 190 - Mayo 2019)
-"Femineidad pura" (Crystalina Evert)