Recordad, ¡oh Nuestra Señora de la Salette!, verdadera Madre de dolores,
las lágrimas que Vos derramasteis por mí en el Calvario.
Recordad también el continuo cuidado que Vos habéis tomado
para salvarme de la justicia divina,
y ved si, después de haber hecho tanto por vuestra hija,
podríais ahora abandonarla.
Animada por este consolador pensamiento,
vengo a postrarme a vuestros pies,
a pesar de mis infidelidades y mis ingratitudes.
No rechacéis mi oración, ¡oh Virgen Reconciliadora!,
convertidme, concededme la gracia de amar a Jesús por encima de todo,
y de consolaros a Vos a través de una vida santa,
para que un día pueda yo veros en el Cielo.
Así sea.
Fotos: Google
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