jueves, 3 de octubre de 2019

Acto de desagravio al Sagrado Corazón de Jesús para el mes de octubre.

¡Oh Corazón infinitamente amable, y con todo eso tan poco amado y conocido de los hombres! ¿Quién jamás habría creído que, habiéndote dignado vivir entre nosotros en la adorable Eucaristía, hallándote presente a un mismo tiempo en tantas iglesias, estando noche y día en nuestros sagrarios exhalando ternísimos afectos de amor para con nosotros, te dejaríamos horas y días enteros en tanta soledad, sin hacer caso de las cariñosas voces con que nos convidas a que te visitemos, siquiera de paso y una vez al día? ¡Oh detestable y monstruosa ingratitud la nuestra! ¡Oh Corazón verdaderamente divino!, pues aunque te ves olvidado, mal correspondido, y tan indignamente tratado, no obstante eso, en lugar de desterrarte de nuestros altares, y descargar sobre nosotros las terribles venganzas que teníamos bien merecidas, continúas en esa soledad, manso y humilde, y tan enamorado de los hombres, que tienes puestas tus delicias en estar en medio de nosotros. Y no satisfecho aún tu amor, día y noche te ofreces aquí por víctima de nuestros pecados, e intercedes con tu Eterno Padre en favor nuestro, moviéndole a derramar sobre nosotros tantas bendiciones espirituales y temporales como de su liberal mano continuamente recibimos.

Por eso, deseoso de corresponder a tal exceso de caridad, y de resarcir en alguna manera tan enorme ingratitud, propongo, oh Corazón amabilísimo, redoblar en este mes las oraciones ante tu acatamiento divino, unirme a ti a menudo con todos mis sentimientos y afectos cada hora, y aun con mayor frecuencia recibirte espiritualmente. Dígote con el más vehemente fervor de mi espíritu, que quisiera ver a todos los hombres humildemente postrados ante tu soberana Majestad; y que todos los corazones te amasen, y todas las voluntades se sujetasen a tu querer con el mayor rendimiento. A este fin propongo visitarte con frecuencia, y cuando me sea forzoso apartarme de ti para acudir al cumplimiento de mis obligaciones, rogaré, y desde ahora para entonces ruego al Ángel de mi guarda que supla mis veces y quede en mi lugar hasta que vuelva a visitarte. Rogaré también, y desde ahora ruego a los Santos cuyas imágenes y reliquias se veneran en esta iglesia, que, bajando del cielo, se postren en tu presencia, y en nombre mío te adoren, amen, alaben y presenten el Corazón amorosísimo de la Virgen Santísima, que tanto te agrada. Acepta estos mis humildes obsequios, Corazón dulcísimo de mi amado Jesús, y así como me has dado gracias para hacerte estos ofrecimientos, dámela también para cumplir fielmente lo prometido y adorarte por siglos eternos en el cielo. Amén.

"Áncora de Salvación"
por el R.P. José Mach.
Edición de 1954.

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