Hoy quiero hablarles de un Santo inmenso que significa muchísimo para mí y al cual le debo mucho.
San Juan María Bautista Vianney, más conocido como el Santo Cura de Ars, una personalidad que me ha conquistado espiritualmente, humanamente y que me inspira la mayor ternura y admiración. No puede ser de otro modo porque me emociona hasta lo más profundo este sacerdote que lo dio todo por sus feligreses y la salvación de las almas.
Conocí la figura del Santo Cura, gracias al autor José María Zavala, del cual he hablado en otra de mis notas. Él siempre lo mencionaba en sus libros religiosos, y ello motivó mi curiosidad. Consultando posibles obras sobre la figura de este santo, me surgieron muchas dudas sobre qué título elegir, por eso pedí consejo a José María, que con su habitual amabilidad, no dudó en recomendarme la biografía del santo escrita magistralmente por Monseñor Francis Trochu (Ediciones Palabra, colección Arcaduz). Afirmo con rotundidad que es la mejor biografía que he leído hasta el momento. Me parece esencial conocer la personalidad del protagonista, la época en que vivió, el ambiente familiar en el que se crio, para de esta manera tener una visión de conjunto, comprender cómo era y por qué pronunciaba unos sermones tan contundentes. Esta biografía cumple a la perfección con esa misión de dar a conocer al personaje en todos sus ámbitos.
Nacido en el pueblo francés de Dardilly, el 8 de mayo de 1786, en la terrible Francia revolucionaria, Juan María destacó desde su más tierna infancia por su devoción tierna y profunda hacia Nuestro Señor y la Santísima Virgen. Criado en un hogar profundamente cristiano en el que cada día se ejercía la caridad, y con una piadosa madre que le inculcó la devoción desde el primer minuto de su nacimiento, Juan María estaba destinado a la santidad. Su Primera Comunión fue celebrada clandestinamente junto a otros niños debido a la persecución que la Iglesia Católica y sus fieles sufrieron en aquella época.
A la edad de 19 años inicia su formación para convertirse en sacerdote, lo cual le supuso numerosas dificultades puesto que ni siquiera había completado sus estudios primarios, y la gramática latina se le resistía con todas sus fuerzas. Pero ello no impidió que lograra su objetivo puesto que, como él mismo decía: "Los que son conducidos por el Espíritu Santo tienen ideas exactas. Ved por qué hay tantos ignorantes que ven más lejos que los sabios."
Llamado a filas para incorporarse a las tropas napoleónicas que se dirigían a España, empujado por las circunstancias, se convirtió en desertor y, tras diversas aventuras, pudo proseguir su formación para el sacerdocio, con multitud de sinsabores, concluyendo con su Ordenación Sacerdotal a la edad de 29 años.
Tras su paso por la parroquia de Ecully en la cual comenzó a desarrollar su ministerio sacerdotal, fue destinado a la pequeña aldea de Ars.
Camino de Ars, y para evitar extraviarse en un día de niebla, el reverendo se dirigió a unos niños que cuidaban sus ovejas. Fue el pequeño Antoine Grive quien le señaló el camino, y fue entonces cuando el sacerdote se lo agradeció con esta frase: "Amiguito, tú me has mostrado el camino de Ars; yo te mostraré el camino del Cielo."
Así llegó el sacerdote Vianney a una parroquia en plena decadencia a todos los niveles. Salvo ciertas excepciones, habitaban allí gentes que blasfemaban, padres de familia que malgastaban su dinero en la taberna entregándose al vicio de la bebida, bailes por doquier, dejadez en la práctica religiosa, carencia de formación elemental y religiosa en los niños...Ante semejante panorama, el sacerdote puso manos a la obra, predicando con el ejemplo, exigió a los demás con el mismo rigor que se imponía a sí mismo, y consiguió finalmente que sus ovejas volviesen al redil. Los medios que utilizó para ello fueron: ayuno riguroso, penitencia constante, mortificaciones a las que se sometía, acción decidida y predicación vibrante y directa..."¡Dios mío, decía, concededme la conversión de mi parroquia; consiento en sufrir cuanto queráis durante toda mi vida...sí, durante cien años los dolores más vivos, con tal que se conviertan!" Así oraba durante las noches en vela, haciendo penitencia e implorando por los pobres pecadores.
Y así, durante décadas, se mantuvo firme en su labor pastoral, soportando incluso los embates del demonio, el "bellaco" como él lo denominaba. Todo su esfuerzo se vio recompensado con la conversión de sus feligreses, covirtiendo a Ars en un enclave que irradiaba santidad. Su fama se extendió y motivó que personas de diversas procedencias peregrinaran a Ars en busca del Santo Cura, bien fuera por mera curiosidad, bien buscando a ese sacerdote capaz de conseguir numerosas conversiones, bien para pedirle consejo debido a su don de discernimiento. Las colas ante su confesionario duraban días y días. El Papa Juan Pablo II hablaba así del Santo Cura:
"Desde mis años del seminario, había quedado impresionado por la figura del Cura de Ars, sobre todo, por la lectura de su biografía, escrita por Monseñor Trochu. Me impresionaba profundamente, en particular su heroico servicio en el confesionario. Este humilde sacerdote que confesaba más de diez horas al día comiendo poco y dedicando al descanso apenas unas horas, había logrado, en un difícil periodo histórico, provocar una especie de revolución espiritual en Francia y fuera de ella. Millares de personas pasaban por Ars y se arrodillaban en su confesonario."
San Juan María Vianney, Santo Cura de Ars
Foto: Google
Conocí la figura del Santo Cura, gracias al autor José María Zavala, del cual he hablado en otra de mis notas. Él siempre lo mencionaba en sus libros religiosos, y ello motivó mi curiosidad. Consultando posibles obras sobre la figura de este santo, me surgieron muchas dudas sobre qué título elegir, por eso pedí consejo a José María, que con su habitual amabilidad, no dudó en recomendarme la biografía del santo escrita magistralmente por Monseñor Francis Trochu (Ediciones Palabra, colección Arcaduz). Afirmo con rotundidad que es la mejor biografía que he leído hasta el momento. Me parece esencial conocer la personalidad del protagonista, la época en que vivió, el ambiente familiar en el que se crio, para de esta manera tener una visión de conjunto, comprender cómo era y por qué pronunciaba unos sermones tan contundentes. Esta biografía cumple a la perfección con esa misión de dar a conocer al personaje en todos sus ámbitos.
Portada de la biografía escrita por Monseñor Francis Trochu.
Foto: Google
Nacido en el pueblo francés de Dardilly, el 8 de mayo de 1786, en la terrible Francia revolucionaria, Juan María destacó desde su más tierna infancia por su devoción tierna y profunda hacia Nuestro Señor y la Santísima Virgen. Criado en un hogar profundamente cristiano en el que cada día se ejercía la caridad, y con una piadosa madre que le inculcó la devoción desde el primer minuto de su nacimiento, Juan María estaba destinado a la santidad. Su Primera Comunión fue celebrada clandestinamente junto a otros niños debido a la persecución que la Iglesia Católica y sus fieles sufrieron en aquella época.
Desde su infancia colaboró en las tareas agrícolas de la granja familiar y ahí labró su personalidad, preparándose para su futura gran austeridad. Fue siempre un ejemplo para sus hermanos y todos sus compañeros, y jamás sucumbió ante las burlas de estos últimos, incapaces de profesar su profunda devoción.
A la edad de 19 años inicia su formación para convertirse en sacerdote, lo cual le supuso numerosas dificultades puesto que ni siquiera había completado sus estudios primarios, y la gramática latina se le resistía con todas sus fuerzas. Pero ello no impidió que lograra su objetivo puesto que, como él mismo decía: "Los que son conducidos por el Espíritu Santo tienen ideas exactas. Ved por qué hay tantos ignorantes que ven más lejos que los sabios."
Llamado a filas para incorporarse a las tropas napoleónicas que se dirigían a España, empujado por las circunstancias, se convirtió en desertor y, tras diversas aventuras, pudo proseguir su formación para el sacerdocio, con multitud de sinsabores, concluyendo con su Ordenación Sacerdotal a la edad de 29 años.
Tras su paso por la parroquia de Ecully en la cual comenzó a desarrollar su ministerio sacerdotal, fue destinado a la pequeña aldea de Ars.
Camino de Ars, y para evitar extraviarse en un día de niebla, el reverendo se dirigió a unos niños que cuidaban sus ovejas. Fue el pequeño Antoine Grive quien le señaló el camino, y fue entonces cuando el sacerdote se lo agradeció con esta frase: "Amiguito, tú me has mostrado el camino de Ars; yo te mostraré el camino del Cielo."
Monumento del Santo Cura de Ars junto al pequeño Antoine Grive, que se encuentra a 1 km. de Ars.
Foto: Google
Así llegó el sacerdote Vianney a una parroquia en plena decadencia a todos los niveles. Salvo ciertas excepciones, habitaban allí gentes que blasfemaban, padres de familia que malgastaban su dinero en la taberna entregándose al vicio de la bebida, bailes por doquier, dejadez en la práctica religiosa, carencia de formación elemental y religiosa en los niños...Ante semejante panorama, el sacerdote puso manos a la obra, predicando con el ejemplo, exigió a los demás con el mismo rigor que se imponía a sí mismo, y consiguió finalmente que sus ovejas volviesen al redil. Los medios que utilizó para ello fueron: ayuno riguroso, penitencia constante, mortificaciones a las que se sometía, acción decidida y predicación vibrante y directa..."¡Dios mío, decía, concededme la conversión de mi parroquia; consiento en sufrir cuanto queráis durante toda mi vida...sí, durante cien años los dolores más vivos, con tal que se conviertan!" Así oraba durante las noches en vela, haciendo penitencia e implorando por los pobres pecadores.
El dormitorio del Santo Cura de Ars, tal como se conserva hoy en día.
En el centro, la mesa en la que escribió sus sermones durante interminables horas.
Fotos: Google.
Y así, durante décadas, se mantuvo firme en su labor pastoral, soportando incluso los embates del demonio, el "bellaco" como él lo denominaba. Todo su esfuerzo se vio recompensado con la conversión de sus feligreses, covirtiendo a Ars en un enclave que irradiaba santidad. Su fama se extendió y motivó que personas de diversas procedencias peregrinaran a Ars en busca del Santo Cura, bien fuera por mera curiosidad, bien buscando a ese sacerdote capaz de conseguir numerosas conversiones, bien para pedirle consejo debido a su don de discernimiento. Las colas ante su confesionario duraban días y días. El Papa Juan Pablo II hablaba así del Santo Cura:
"Desde mis años del seminario, había quedado impresionado por la figura del Cura de Ars, sobre todo, por la lectura de su biografía, escrita por Monseñor Trochu. Me impresionaba profundamente, en particular su heroico servicio en el confesionario. Este humilde sacerdote que confesaba más de diez horas al día comiendo poco y dedicando al descanso apenas unas horas, había logrado, en un difícil periodo histórico, provocar una especie de revolución espiritual en Francia y fuera de ella. Millares de personas pasaban por Ars y se arrodillaban en su confesonario."
Su caridad y su preocupación por el prójimo le impulsaron a crear La Providencia, una institución dedicada a la educación de niñas desamparadas. Jamás se consideró digno del mínimo reconocimiento, ni siquiera la concesión de la Legión de Honor francesa fue capaz de lo contrario. Es más, supo sobrellevar con resignación y humildad las numerosas calumnias proferidas por parroquianos y sacerdotes de localidades vecinas. El tiempo supo poner a cada quien en su lugar y la fama de santidad de Juan María Vianney se extendió por todo el país.
Sus intentos de retirarse en soledad y abandonar su labor parroquial no tuvieron éxito. Fue así como nuestro Santo Cura llegó al día en que su alma partió al Cielo, el 4 de agosto de 1859. Su cuerpo incorrupto se conserva en el santuario de Ars, al que dedicó toda su vida.
Vista de Ars y su basílica.
Detalle de unos de los frescos que decoran la basílica.
El Santo Cura bendice a los niños.
Pintura de Paul Borel.
Imagen: Google
El cuerpo incorrupto de San Juan María conservado en el interior del santuario.
Fotos: Google
Monumento al Santo Cura de Ars en Lourdes.
Foto: María Luz
Proclamado venerable y posteriormente beatificado, fue finalmente canonizado por el Papa Pío XI, y se ha convertido en el Santo patrono de todos los sacerdotes.
Junto a su biografía, resulta imprescindible la lectura de sus sermones. Recopilados en tres libros, los recibí como regalo en el día de mi cumpleaños. No podía desear nada mejor. Es maravillosa la rotundidad con que San Juan María Vianney se manifiesta a través de todos ellos.
"Sermones escogidos" - Editorial Apostolado Mariano
Foto: María Luz
Por desgracia, no se conservan los sermones del Santo Cura en su totalidad, unos se perdieron, otros fueron destruidos, pero sí se conserva una buena selección de los mismos. En todo caso, son más que suficientes para que podamos leerlos y aprovechar sus enseñanzas, que constituyen el camino más recto y perfecto para alcanzar la salvación.
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