miércoles, 31 de julio de 2019

Acto de desagravio al Sagrado Corazón de Jesús para el mes de agosto.

Dichosísima Virgen María, que, a impulsos del divino amor, rendiste tu alma purísima entre los brazos y en el Corazón de tu dulcísimo Hijo; soberana Princesa, que entrando triunfante en el cielo, fuiste no sólo coronada por Reina y Señora de los ángeles y hombres, sino también constituida dispensadora y árbitra de los tesoros del Sagrado Corazón de Jesús: desde ese trono de gloria que ocupas, vuelve, te ruego, tus benignísimos ojos hacia mí, pecador miserable, y presenta a tu Hijo santísimo la humilde súplica que hoy te dirijo.

Ya sé, Madre y Señora mía, que son muy pocos los días de mi peregrinación en este valle de lágrimas, y que, cuando menos lo piense, vendrá la muerte a darme el último asalto, y poner fin a mi vida. Sujétome con humildad a golpe tan crudo, y con entera resignación dejo en manos de la divina providencia el día, la hora y demás circunstancias de mi muerte. Mas, ¡ay, en qué peligros y congojas me van a poner la memoria de mis desórdenes pasados, la vista de mis pecados presentes, y la incertidumbre de mi eterna salvación! Mi único amparo y consuelo, en medio de tantas angustias y temores, sería el Corazón Sagrado de tu Hijo santísimo, si lograse la dicha de recibirle dignamente en la Santa Eucaristía. Lanzaría todas mis iniquidades al fondo de aquel piélago de misericordia; ofrecería al Eterno Padre aquella víctima inmaculada; y así podría alegar siquiera este mérito para la salvación eterna de mi alma. Recordaría al Corazón de mi dulce Jesús las congojas, dolores y tormentos que padeció para salvarme; le pediría que me encerrase allá dentro de su Corazón y consumiese mis defectos en las llamas de su amor ardentísimo; y allí, asegurado de las asechanzas del enemigo infernal, y confiado en la misericordia infinita de mi Redentor, moriría gustoso, unido y estrechamente abrazado con Él. Pero, ¡ay!, después de tantas comuniones tibias e indignas como he hecho en mi vida, ¿mereceré yo tan grande favor? Alcanzádmelo. Señora y Madre mía, pide a tu Hijo Santísimo que me conceda recibir su Corazón en el santo Viático, antes de morir. Y si en castigo de mi tibieza y poco aparejo para las comuniones de mi vida, me viere privado de un consuelo y favor tan grande en la muerte; haz por lo menos que expire haciendo fervorosos actos de fe, esperanza y caridad, e invocando el Santísimo Corazón de Jesús y el tuyo purísimo. Nada te negó jamás tu Hijo: ruega, pues, por mí, y no habré inútilmente confiado en la que es la Madre, refugio y amparo de pecadores. Amén.

"Áncora de Salvación"
por el R P. José Mach
Edición de 1954

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