Foto: adelantelafe.com
Esposas muy queridas del Señor,
que encerradas en la cárcel del Purgatorio padecéis indecibles penas,
y carecéis de la vista de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol,
de las reliquias que os dejaron las culpas;
¡con cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia!
Yo me compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal suficiente
para satisfacer deuda tan crecida;
y aunque más pobre que vosotras mismas,
os ofrezco y aplico cuantas indulgencias pudiera ganar en este día,
y cuantas obras de supererogación hiciere durante (diga el tiempo que quiera),
a excepción de aquellas que por alguna necesidad particular aplicare.
Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras a la Justicia divina,
apelo a la piedad de los justos, a los ruegos de los bienaventurados,
al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima,
y al precio infinito de la sangre de Jesucristo.
Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, el deseado consuelo y descanso.
Mas confío también, Almas agradecidas, que tendré en vosotras poderosas medianeras,
que me alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas,
adelante en la virtud, sojuzgue mis pasiones,
y llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.
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