Debo reconocer que, junto a mi afición a la Historia, siempre he sentido una fascinación especial por el mundo de la joyería, no en su aspecto frívolo o material, sino admirando la belleza de las piedras preciosas y metales nobles, obras del Todopoderoso, y convertidas en hermosas piezas a través de la creatividad y destreza del hombre.
En 1995, la joyería Ansorena de Madrid, cumplió su ciento cincuenta aniversario, y con tal motivo, organizó una magnífica exposición en su sede madrileña de la calle Alcalá. Fue una ocasión única para admirar las diversas creaciones que sus talleres habían realizado para la Casa Real Española desde la segunda mitad del siglo XIX , y me dio la oportunidad de descubrir la maravillosa historia de la pieza de la que hoy quiero ocuparme en este escrito, representativa de la joyería española del siglo XX: la Corona, Halo y Sobrehalo de Nuestra Señora del Pilar con las que fue coronada canónicamente.
Imagen de Nuestra Señora del Pilar luciendo las joyas de la Coronación.
Foto: Google
(Imagen escaneada del libro "Ansorena.150 años")
Al acercarse la conmemoración del cincuenta aniversario de la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de María, Su Santidad el Papa Pío X recomendó peregrinaciones a los santuarios marianos. Fue entonces cuando un grupo de damas de la aristocracia madrileña, encabezadas por la Condesa Viuda de Gondomar y la Marquesa Viuda de Aguilafuente, con el apoyo de las jerarquías eclesiásticas, constituyeron en junio de 1904 una Junta Central con el fin de coordinar la peregrinación de toda España a la Basílica del Pilar, y coronar canónicamente la imagen titular.
Junto a ello, surgió la idea de llevar un obsequio digno de Nuestra Señora, decidiendo recoger donativos de alhajas para la elaboración de las coronas, finalizando el plazo el 31 de diciembre de 1904.
Una vez obtenida la aprobación del Papa, la fecha de la peregrinación se estableció para el mes de mayo de 1905, debiendo comenzar los trabajos para la realización de la corona a principios de año para que, una vez terminada, fuese expuesta en la joyería y, acto seguido, trasladada a Roma para ser bendecida por el Papa Pío X.
La respuesta fue masiva, expresando el Arzobispo de Zaragoza en el Boletín Oficial de la Archidiócesis, que las limosnas habían sido considerables y las piedras preciosas recogidas en abundancia, encargándose la realización a la antigua casa de Ansorena, en Madrid.
La idea inicial consistía en realizar sendas coronas para la imagen de la Virgen y del Niño que la acompaña. Se pensó que el oro primaría sobre las piedras, pero la postulación tuvo tal éxito, que las coronas y sus halos se pudieron elaborar siguiendo la moda del momento, con una finísima estructura calada que albergaría miles de diamantes y piedras preciosas. Las cantidades de oro sobrantes se utilizaron para un sobrehalo o resplandor, en el que se colocaron pedrería de colores y joyas antiguas, combinadas con gran maestría.
Conjunto de las coronas, halo y sobrehalo, expuestos en el Museo Pilarista.
(Imagen escaneada del libro "Ansorena. 150 años.")
Conservadas en su estuche, las coronas y el halo
sólo se utilizan en las festividades más señaladas:
1-2 de Enero, 12 de octubre con los siete días siguientes, y 8 de diciembre.
Foto: Google
La realización de las piezas constituyó todo un reto para los talleres de Ansorena, que demostraron gran dedicación y maestría al desmontar todas y cada una de las piezas aportadas, y elaborar con todas ellas las piezas requeridas en tan sólo cuarenta y cuatro días, tomando en consideración que ordenar los objetos, decidir su destino y desengastar, clasificar y disponer todas las piedras fue mucho más laborioso que la propia construcción de las piezas que conforman el conjunto. En el trabajo participaron treinta y tres operarios, que posteriormente fueron distinguidos con un carnet especial en prueba de gratitud y reconocimiento. Las coronas suscitaron la admiración general y los elogios de las autoridades eclesiásticas.
Imagen del taller de la casa Ansorena durante la realización de las piezas.
Al fondo, sobre una mesa, pueden verse el halo y sobrehalo durante el proceso de montaje.
El 16 de abril, las piezas fueron expuestas en el Palacio Episcopal de Madrid, con asistencia de representantes de la junta organizadora, el Arzobispo de Zaragoza y el Obispo de Madrid-Alcalá. El salón donde fueron expuestas estuvo abierto durante todo el día, y por allí desfiló todo Madrid.
El 29 del mismo mes fueron bendecidas en Roma por el Papa Pío X, tras la celebración de una misa solemne en la Capilla Sixtina, hallándose presentes el Embajador de España, la Marquesa de Aguilafuente, damas de la junta, el Cardenal Vives, embajadores y representantes de las distintas órdenes religiosas. Tras la bendición solemne, el Papa entregó al Arzobispo de Zaragoza el cáliz con el que había celebrado la Santa Misa, que hoy puede verse expuesto en el Museo Pilarista.
El 18 de mayo llegaron las piezas a Zaragoza y el día 20 fue el señalado para la ceremonia de coronación, a la que asistieron el Nuncio de Su Santidad en España, el Duque de Zaragoza, como delegado de S.M. el Rey, y la Condesa de Torrejón, como delegada de S.M. la Reina doña María Cristina. Los actos culminaron el día 22 del mismo mes con una gran peregrinación nacional a Zaragoza.
Las alhajas recogidas a lo largo y ancho de toda la Península para la elaboración de las coronas, procedían de españoles de todas las clases sociales. Entre las aportaciones de donantes ilustres, destaca el brillante entregado por la Reina María Cristina colocado en el mundo de la corona mayor. Fue un hermoso gesto de todas las damas españolas, que quisieron honrar a la más excelsa Madre y Señora.
El 29 del mismo mes fueron bendecidas en Roma por el Papa Pío X, tras la celebración de una misa solemne en la Capilla Sixtina, hallándose presentes el Embajador de España, la Marquesa de Aguilafuente, damas de la junta, el Cardenal Vives, embajadores y representantes de las distintas órdenes religiosas. Tras la bendición solemne, el Papa entregó al Arzobispo de Zaragoza el cáliz con el que había celebrado la Santa Misa, que hoy puede verse expuesto en el Museo Pilarista.
El 18 de mayo llegaron las piezas a Zaragoza y el día 20 fue el señalado para la ceremonia de coronación, a la que asistieron el Nuncio de Su Santidad en España, el Duque de Zaragoza, como delegado de S.M. el Rey, y la Condesa de Torrejón, como delegada de S.M. la Reina doña María Cristina. Los actos culminaron el día 22 del mismo mes con una gran peregrinación nacional a Zaragoza.
Las alhajas recogidas a lo largo y ancho de toda la Península para la elaboración de las coronas, procedían de españoles de todas las clases sociales. Entre las aportaciones de donantes ilustres, destaca el brillante entregado por la Reina María Cristina colocado en el mundo de la corona mayor. Fue un hermoso gesto de todas las damas españolas, que quisieron honrar a la más excelsa Madre y Señora.
A la izquierda, en la parte central del halo, pueden apreciarse
las perlas de la Condesa de Orgaz y de la Marquesa de Almanzor.
A la derecha, el mundo de la corona de la Virgen está formado
por el brillante ofrecido por la Reina María Cristina.
(Imágenes escaneadas del libro "Ansorena.150 años")
Detalles del sobrehalo de oro.
A la izquierda, colocada en la cima del sobrehalo,
una joya de pecho en oro y esmeraldas de 1700, donada en Zaragoza.
A la derecha, lazo de oro y diamantes del siglo XVIII,
con punjante de un ave, posiblemente más antiguo, donado en Vitoria.
(Imágenes escaneadas del libro "Ansorena.150 años.")
El halo tiene forma de bandas concéntricas, predominando el motivo de
arabesco de eses caligráficas entrecruzadas,
inspirado en los motivos de forja de los balcones madrileños
que podían contemplarse camino a la plaza de Oriente.
El halo está rematado por una crestería de bulbos puntiagudos
combinados con cardinas estilizadas.
El mismo arabesco se observa en ambas coronas.
La importancia de este maravillo conjunto de piezas traspasa lo meramente artístico y material, pues es un reflejo del verdadero sentir del pueblo español de aquella época. Desgraciadamente, la sociedad española actual poco tiene que ver con la de principios del siglo XX, el sentimiento religioso ha decaído, pero observar estas piezas de joyería religiosa debe conducirnos a la reflexión de lo que ha sido la España del pasado y, especialmente a considerar todo lo que nuestros antepasados fueron capaces de realizar movidos por la fe y la devoción.
Foto: Google
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