Bien entrado ya el mes de enero, en una agradable y soleada mañana, he aprovechado para visitar la exposición "Los Pilares de Europa. La Edad Media en el British Museum", que puede contemplarse hasta el próximo día 5 de febrero en el centro cultural Caixa Forum de Madrid.
Sentía mucha curiosidad por visitar esta muestra, pues la época medieval siempre ha producido en mí una gran fascinación, en contra de la opinión moderna que la considera una época oscura e incluso salvaje. Lo cierto es que el período que abarca, entre la caída del Imperio Romano en el siglo V y el siglo XV, constituye una época de enorme importancia en la historia europea, etapa de grandes cambios en todos los niveles, que cimentaron las naciones-estado europeas modernas. No podemos entender la Europa actual sin retrotraernos al mundo medieval.
La exposición recoge un total de 263 piezas, de las cuales, 244 proceden del British Museum, mientras las 19 restantes pertenecen al Museo Arqueológico Nacional, al Museo Nacional de Arte de Cataluña y el museo Frederic Marès.
Las diversas salas de la muestra recogen diversos aspectos de dicha época: la formación de Europa, la monarquía, la corte real, la vida urbana, el mundo caballeresco, no pudiendo faltar la liturgia religiosa, junto a la importancia que la fe y la devoción tenían en la sociedad.
Tras la decadencia del Imperio Romano, con el paso del tiempo, fueron surgiendo reinos y principados, al frente de los cuales se situaron poderosos gobernantes que contaban con los servicios de guerreros que les ayudaban a proteger sus intereses. En pago a los servicios prestados fueron ganando prestigio y riquezas, dando lugar a la figura del caballero. Siempre al servicio de sus señores, protegían el territorio del reino y su conducta se atenía al código caballeresco, que incluía el honor y el coraje.
Los monarcas medievales ostentaban un poder absoluto ejerciendo también un rol espiritual como escogidos por Dios para regir los destinos de sus súbditos. En una sociedad en la que Dios era el centro de todo, la Iglesia era el lugar en el que todos, pobres y ricos, se reunían para alabar a Dios, pero tan importante como la participación en los actos religiosos públicos lo era también la devoción personal o privada, y así se hacía visible en todos los momentos del día a través de los diversos rezos así como en los accesorios personales, decorados con inscripciones e imágenes religiosas, y también con reliquias sagradas, así como participando en las peregrinaciones a santuarios y lugares sagrados como Roma, Compostela y Jerusalén.
Destacable también era el papel del Papa como representante de Dios en la tierra, y el poder de la Iglesia como institución influyente en la vida de las gentes. Todo ello queda claramente plasmado en las maravillosas iglesias y catedrales exquisitamente adornadas, destacando el trabajo de los constructores y de los artesanos establecidos en los núcleos urbanos que fueron floreciendo.
En medio de un ambiente de continuas luchas, ocupan un lugar destacado las Cruzadas, guerras de religión que se iniciaron en 1095 para combatir a los musulmanes de Tierra Santa en un intento de defender a los peregrinos que acudían a Jerusalén para venerar los Santos Lugares recorridos por Nuestro Señor, y restaurar el control cristiano sobre los mismos.
No pretendo abarcar en este escrito todas esas facetas del mundo medieval, sino centrarme en lo que interesa a este blog: la importancia de la faceta espiritual en una época en la que predominaba la filosofía católica. Por ello, si me acompañan, podemos contemplar a través de varias imágenes algunas de las piezas expuestas que más han llamado mi atención.
Las diversas salas de la muestra recogen diversos aspectos de dicha época: la formación de Europa, la monarquía, la corte real, la vida urbana, el mundo caballeresco, no pudiendo faltar la liturgia religiosa, junto a la importancia que la fe y la devoción tenían en la sociedad.
Tras la decadencia del Imperio Romano, con el paso del tiempo, fueron surgiendo reinos y principados, al frente de los cuales se situaron poderosos gobernantes que contaban con los servicios de guerreros que les ayudaban a proteger sus intereses. En pago a los servicios prestados fueron ganando prestigio y riquezas, dando lugar a la figura del caballero. Siempre al servicio de sus señores, protegían el territorio del reino y su conducta se atenía al código caballeresco, que incluía el honor y el coraje.
Los monarcas medievales ostentaban un poder absoluto ejerciendo también un rol espiritual como escogidos por Dios para regir los destinos de sus súbditos. En una sociedad en la que Dios era el centro de todo, la Iglesia era el lugar en el que todos, pobres y ricos, se reunían para alabar a Dios, pero tan importante como la participación en los actos religiosos públicos lo era también la devoción personal o privada, y así se hacía visible en todos los momentos del día a través de los diversos rezos así como en los accesorios personales, decorados con inscripciones e imágenes religiosas, y también con reliquias sagradas, así como participando en las peregrinaciones a santuarios y lugares sagrados como Roma, Compostela y Jerusalén.
Destacable también era el papel del Papa como representante de Dios en la tierra, y el poder de la Iglesia como institución influyente en la vida de las gentes. Todo ello queda claramente plasmado en las maravillosas iglesias y catedrales exquisitamente adornadas, destacando el trabajo de los constructores y de los artesanos establecidos en los núcleos urbanos que fueron floreciendo.
En medio de un ambiente de continuas luchas, ocupan un lugar destacado las Cruzadas, guerras de religión que se iniciaron en 1095 para combatir a los musulmanes de Tierra Santa en un intento de defender a los peregrinos que acudían a Jerusalén para venerar los Santos Lugares recorridos por Nuestro Señor, y restaurar el control cristiano sobre los mismos.
No pretendo abarcar en este escrito todas esas facetas del mundo medieval, sino centrarme en lo que interesa a este blog: la importancia de la faceta espiritual en una época en la que predominaba la filosofía católica. Por ello, si me acompañan, podemos contemplar a través de varias imágenes algunas de las piezas expuestas que más han llamado mi atención.
Cruz procesional (1300-1350) - España.
Muestra la Crucifixión, flanqueada por la Virgen, mientras que en la base Adán emerge de su tumba y un ángel elevado hace oscilar un incensario. Con este tipo de ornamentación, se garantizaba que la Cruz fuese el foco de atención del ritual de culto.
Tabla de artesonado mostrando un combate entre un caballero cristiano y un musulmán (1300).
España - Museo Nacional de Cataluña.
El panel muestra a un caballero cristiano persiguiendo a un musulmán durante la Reconquista.
A comienzos del siglo VIII, la mayor parte de la península ibérica había caído bajo control musulmán, no siendo hasta el siglo XI cuando los líderes cristianos del Norte de España consiguieron expandirse hacia el Sur, a causa de las luchas intestinas entre los dirigentes musulmanes.
Estatuilla de un caballero (1375-1425) - Inglaterra.
Esta estatuilla, que quizás represente a San Jorge, personifica al caballero medieval.
La parte superior del cuerpo está protegida por una coraza con cota de malla.
Bien armado, porta espada y escudo, y probablemente también una lanza.
A la izquierda, anillo papal (1431-1447) - Italia.
Lleva las armas de los Coldomer, sugiriendo que pudo pertenecer a un consejero del Papa Eugenio IV, cuyo papado quedó ensombrecido por una serie de disputas que condujeron a la invasión de los Estados Pontificios.
A la derecha, anillo papal (1458-1464) Italia.
Está relacionado con el Papa Pío II, pues lleva las armas de su familia, los Piccolomini, junto con las llaves de la Santa Sede y la inscripción "Papa Pio". El tamaño del anillo indica que su lugar era, probablemente, la mano enguantada de un representante papal.
"Toma de Jerusalén"(1400-1500) - Francia.
El Papa exhortó a los caballeros cristianos de toda Europa para que unieran sus fuerzas en una cruzada que liberase esa importante ciudad de los musulmanes.
La ciudad cayó en 1099 para ser reconquistada por los musulmanes en 1244.
Piezas circulares de vidrio (1480-1500) - Alemania.
Las vidriera con sus vivos colores llenaron de una luz radiante el interior de los edificios medievales, conformando grandes diseños decorativos o elaboradas historias.
Estos tres medallones muestran la Crucifixión, San Cristóbal llevando al Niño Jesús y Santa Catalina.
Matriz para el sello de San Luis IX (1255-1350) - Francia.
En esta matriz, el rey Luis IX (1226-1350) está caracterizado como rey y como santo.
Procede de un convento de Mâcon, en la región de Borgoña, fundado por el mismo rey en 1255.
Luis IX destacó por llevar una vida devota y por su colección de reliquias, que incluía la corona de espinas y fragmentos de la Vera Cruz, ordenando construir la Sainte-Chapelle de París para albergarlas.
Figura de Cristo en piedra (1200) - España.
Originalmente, esta figura estaba situada en una de las entradas de la iglesia de San Lorenzo de Carboeiro (Pontevedra). La imagen de Cristo sentado en el trono tuvo una gran repercusión entre los gobernantes medievales. En la Biblia, el trono simboliza la autoridad divina, describiendo a Jesucristo sentado en un trono a la derecha de Dios y ejerciendo su imperio sobre su reino.
Dos reyes santos: Fernando III de Castilla y Luis IX de Francia.
Estatuilla de la Virgen María (1400-1500) - Francia.
A la Virgen María, modelo para todas las mujeres, se la describe y representa como Reina del Cielo.
Aquí, aparece ataviada con los ropajes propios de las damas más nobles.
Los marcados pliegues de la falda y las capas de tela sirven para expresar el costoso diseño del vestido.
"La Misa de San Gregorio" de Israhel van Meckenem (1490-1500) - Alemania.
En la Eucaristía, el pan y el vino se transforman realmente en el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor.
Este grabado representa la aparición de Cristo a San Gregorio cuando un no creyente ponía en duda su doctrina.
Frontal de altar de Farrera (1200-1230) - España.
Los altares medievales solían estar profusamente decorados con ricos tejidos, y en ocasiones también con pinturas. El panel nos muestra a Jesucristo, a los discípulos y los símbolos de los evangelistas:
Mateo (el ángel), Marcos ( el león), Lucas (el toro) y Juan (el águila).
Diversos objetos de devoción y culto.
Políptico de la vida de Santa Clara (1500) - España.
Procede de un monasterio de Palencia, cuenta la vida de la santa, detallando sus buenas obras, el reparto de alimentos entre los pobres, su encuentro con San Francisco de Asís, y su ingreso en el convento. Las alas del políptico sirven de marco a la imagen de la santa y pueden cerrarse para ocultarla de la vista.
Piedad (1400-1500) - España.
El arte devocional hacía especial hincapié en la humanidad y el sufrimiento de Jesucristo, aspecto que se aprecia muy claramente en la imagen de la Virgen sosteniendo el cuerpo de su hijo.
Cristo de un descendimiento (1170-1200) - España.
El cuerpo demacrado de Jesucristo, las costillas marcadas y su expresión adusta crean gran impacto emocional.
Virgen sentada con el Niño - Segunda mitad del siglo XII - España.
Imagen típicamente románica, que se popularizó especialmente en los siglos XII y XIII, poniendo de relieve el importante papel de la Virgen María en la historia de Jesucristo.
Panel de San Juan Bautista (1400-1500) - Inglaterra.
Muestra la cabeza de San Juan Bautista sobre la figura de Cristo saliendo de su tumba, y flanqueada por San Pedro y un arzobispo. Dos ángeles sostienen el alma de San Juan en la parte superior.
Panel del Juicio Final (1400-1500) - Inglaterra.
Eran habituales este tipo de paneles que instruían a los fieles sobre episodios bíblicos.
De las quince señales que indicarían el advenimiento del juicio final, aquí se recoge la sexta: el derrumbe de edificios y ciudades. Estos sucesos interesaban especialmente a las gentes de la época, pues consideraban el fin del mundo como algo próximo.
Díptico (1300-1400) - Francia.
Estos paneles de marfil con bisagras se empleaban a modo de libro para ayudarse en la oración.
El de la imagen recoge las cuatro escenas de la crucifixión, descendimiento, sepultura y resurrección de Jesús, permitiendo la meditación.
Díptico (1300-1400) - Francia.
Aparecen talladas escenas de los últimos días de la vida de Cristo, en un claro intento de ayudar a la visualización de esos episodios. En la última, aparece el descenso de Cristo a los infiernos, rescatando a Adán y Eva.
Cofre relicario (1250) - Francia.
Este cofre esmaltado muestra a los tres Reyes Magos, utilizado para contener reliquias sagradas.
Relicarios en forma de cruz (500-700) - Imperio Bizantino.
Aquellos que podían poseer determinadas reliquias de santos, las colocaban en el interior de relicarios-joya como es el caso de estas cruces, que se portaban en contacto con la piel, de modo que las propiedades milagrosas de las mismas estuvieran lo más cerca posible de su portador.
Finalizado el recorrido por la exposición, me siento afortunada por haber contemplado todos esos objetos que me retrotraen a una época que siempre me ha atraído de una forma especial. La muestra recoge aspectos fundamentales del período medieval, aunque, a decir verdad, resulta un tanto escueta en ciertas explicaciones, muchas de las cuales parecen redactadas desde una visión neutra y demasiado impregnada de mentalidad moderna. Aun así, los objetos expuestos hablan por sí solos y transmiten su significado a todos aquellos que se detengan a contemplarlos desde la fe y la devoción. He echado de menos un apartado dedicado a las grandes catedrales, más allá del audiovisual que expone algunos de sus detalles, y también una mejor explicación de lo que las Cruzadas supusieron en la historia medieval. A falta de ello, y antes de concluir este escrito, escojo la imagen que tomé en el curso del audiovisual relativo a la evolución de las ciudades de la época, concretamente la de Jerusalén.
Jerusalén (1493)
Jerusalén era la ciudad de Cristo, santuario supremo, reino celestial, presente siempre en los sermones, en las leyendas, en las pinturas, en las reliquias, y aun estando a gran distancia, siempre estaba próxima al corazón de cada uno de los cristianos. Muchos creen que los caballeros que partían a las Cruzadas lo hacían en busca de aventuras, con afán de escapar del hogar o en busca de riquezas...Es evidente que en algunos casos, esos motivos podían ser reales, pero lo cierto es que enrolarse en tamaña empresa, implicaba muchos riesgos. Lo que resulta incomprensible para la mentalidad moderna es la verdadera razón que empujó a miles de hombres a cruzar Europa con destino a Jerusalén: a los cristianos se les ofrecía la oportunidad de ganarse el perdón de sus pecados. Eran auténticos devotos creyentes que buscaron la salvación en la Ciudad Santa. Simplemente respondieron al Papa: "Deus le volt!" (Dios lo quiere), tomaron la Cruz, y atravesaron Europa con destino a la ciudad donde Nuestro Señor fue crucificado y resucitó.
Por eso, contemplando todos los objetos expuestos no puedo evitar pensar en todas aquellas gentes que se movían por auténticos ideales y que todo lo hicieron por amor a Dios y por la salvación de sus almas. Nunca lo olvidemos.
FOTOS: María Luz
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