jueves, 9 de febrero de 2017

ULTIMAS CONVERSACIONES CON BENEDICTO XVI

Cuando en la mañana del día de Navidad, descubrí bajo el árbol el regalo que el Niño Jesús me había traído, me sentí realmente feliz. Sentí que el Niño Jesús conocía a la perfección mi interior y, por ello, me ofrecía un libro sobre una personalidad de nuestro tiempo que significa demasiado para mí como para poder expresarlo en palabras. Bajo mi árbol de Navidad se encontraba depositado el libro "Benedicto XVI. Últimas conversaciones con Peeter Seewald".

 
Me resulta muy difícil escribir sobre este libro, no porque trate materia inaccesible, todo lo contrario, es un libro, como su propio título indica, que recoge una conversación muy amena con nuestro Papa Emérito, repasando muchos de los recuerdos de su vida. Más bien, me resulta difícil por el respeto que infunde en mí su persona...Porque cuando el Papa Benedicto XVI habla, considero que lo más sabio que puedo hacer es callar, escuchar y tratar de aprender algo de él.
 
En dicha conversación, el Papa Benedicto XVI comparte con nosotros muchos de sus entrañables recuerdos de infancia y juventud, detalles de su labor como sacerdote, profesor, teólogo y pontífice, de personalidades a las que ha conocido, problemas que tuvo que enfrentar, junto a impresiones y gustos personales, aderezado con notas de humor, creando un perfecto equilibrio entre lo ameno y lo profundo. Teniendo en cuenta que en la misma conversación, el Papa Emérito declara no tener intención de escribir nada más, este libro adquiere un especial interés al ser una especie de "testamento".
 
Si algo hay que destacar de todo este repaso es su increíble humildad y sentido común, algo que siempre me quedó patente a medida que fui siendo testigo de su labor como Pontífice. Sólo alguien humilde puede reconocer el haber cometido errores, y exponerlo con total naturalidad y sencillez. Y sólo alguien humilde puede renunciar a una posición de poder, pasando una página del libro de su vida, sin experimentar un sentimiento traumático.  Siempre pensé que era alguien especial, lo cual en ocasiones tiene como consecuencia no ser comprendido por todos. Nunca tuve duda de que estaba ante alguien que hacía Historia, aunque nunca imaginé que algún día renunciaría al Papado.
 
A diferencia de otras ocasiones, no haré un resumen de este libro que trata muy diversas cuestiones, simplemente prefiero que sea el Papa Emérito quien hable, destacando uno o dos aspectos de cada capítulo del libro, meras pinceladas que he querido ilustrar con diversas fotografías. Aunque algunas puedan parecer simples o intrascendentes, soy de la opinión de que cualquier detalle dice mucho de su persona.


"Mi padre era un hombre increíblemente piadoso, profundamente enraizado en la fe de la Iglesia y, al mismo tiempo, muy sobrio, crítico, incluso con el Papa y los obispos. La sobria piedad con la que vivía la fe y estaba de verdad penetrado por ella fue para mí muy importante...Se preocupaba mucho de que estudiáramos y de que fuéramos educados. Pero no deseaba especialmente, ni tampoco le daba importancia a que fuéramos algo "grande". Se alegró cuando dijimos que queríamos ser sacerdotes. Vivía inmerso por entero en la piedad eclesial. Mi madre era cordial, cariñosa, más bien emocional, no racional. Sus estilos eran distintos pero tenían una profunda unidad interior, de modo que, aun cuando discutían, lo esencial era indestructible. En nuestra familia, éramos personas del todo normales. No es que todo fuera armonioso, pero el sentimiento de estar juntos y de ser felices unos con otros era preponderante. Mi madre siempre se sintió alegre por nuestra vocación sacerdotal, no obstante, consideraba que, si eso resultaba no ser lo nuestro, era mejor que lo dejáramos".

"No sabría decirle cuál es mi santo favorito. El santo cuyo nombre llevo, San José, me gustaba mucho, por supuesto".
 

"La lucha personal que se manifiesta en San Agustín me resultaba muy interpelante. Lucha consigo mismo, incluso después de su conversión. Y eso es lo que hace dramático y bello su pensamiento".
 
 "La biografía de Santa Hildegarda de Bingen nos la había leído mi hermano en casa en voz alta. No resultó decisiva para mi vocación sacerdotal, pero fue una lectura edificante que nos ayudó. Su figura siempre me ha perseguido, siempre me he ocupado de ella, siempre ha sido importante para mí".
 
 "Vista de Delft" - Johannes Vermeer
 "Siempre me ha gustado mucho la pintura holandesa, los maestros antiguos como Rembrandt, pero sobre todo Johannes Vermeer, el pintor de Delft".

"Entre mis piezas musicales favoritas están las de Mozart: el quinteto para clarinete, la Misa de la Coronación, el Réquiem, la pequeña serenata nocturna, la Flauta Mágica y la ópera Don Giovanni".
"De Bach me gusta sobre todo la Misa en si menor. Y, naturalmente, la Pasión según San Mateo".
 
     
 
"Nunca he trabajado de noche, nunca. Y siempre he escrito a lápiz, ya de pequeño lo hacía y he conservado esa costumbre. El lápiz tiene la ventaja de que se puede borrar"..."Y todo lo escribo en taquigrafía". "Cuando quiero escribir algo o pensar, no necesito más que silencio. Debo estar solo. Tengo que poder concentrarme con calma en los libros, dejar que madure el pensamiento".
 
"Mi lugar preferido de retiro espiritual es Altötting, en Baviera".
  

"Adenauer formuló una nueva idea de Alemania en tanto en cuanto vio a ésta inequívocamente en alianza con  Occidente. Alemania tenía que ser reconstruida como Estado alemán; y de ello formaba parte el hecho de que al Cristianismo le correspondía un papel básico. Adenauer favorecía el principio de la prioridad de la libertad: únicamente habría unidad si antes alcanzamos la libertad. Eso significaba que debíamos vincularnos a Occidente, sólo así sería viable un nuevo comienzo...Fui y sigo siendo un convencido partidario de Adenauer. El hecho de que vivamos en una larga época de paz se lo debemos en gran medida a él. Pues, priorizar la unidad probablemente habría conllevado, antes o después, alguna guerra".



 
"Los dos teólogos a los que tengo en mayor estima son Henri de Lubac y Hans Urs von Balthasar".
 
Concilio Vaticano II
"Tuve la conciencia de que cuanto de hecho habíamos dicho y conseguido sacar adelante era correcto y además debía acaecer. En sí, actuamos correctamente, aunque sin duda no previmos bien las consecuencias políticas y las repercusiones fácticas. Se pensó en exceso en lo teológico y no se reflexionó sobre la repercusión que tendrían estas decisiones".
 
  
"Cuando se concelebraba con Juan Pablo II, se percibía su cercanía al Señor, la profundidad de su fe, en la que él se sumergía al celebrar, y lo veía uno realmente como la persona creyente, orante e impregnada por el Espíritu que era"..."Él era una persona que necesitaba compañía, vida, movimiento, encuentros. Y yo, en cambio necesito más el sosiego. Pero gracias a que éramos diferentes, nos complementábamos muy bien".
 
 
"La muerte de Juan Pablo II me conmovió mucho, pues teníamos una relación muy cercana.
Para mí fue una figura decisiva. Había visto todo su calvario, y cuando lo visité en el hospital, sabía que no podía durar mucho. Y que alguien muera de esa manera le llega a uno al corazón. Al mismo tiempo, tengo la conciencia de que él está ahí. De que nos bendice desde su ventana celestial, como luego dije en la plaza de San Pedro. No era una mera frase bonita. Brotaba realmente de una conciencia íntima de que él sigue bendiciéndonos desde arriba, de que está ahí y de que la amistad pervive de otro modo".
 
"Tras la muerte del Papa Juan Pablo II, simplemente soñaba con poder escribir de una vez libros en paz".
 
"Cuando los cardenales lo han elegido a uno, se lleva a cabo la tarea...y punto. Lo importante no es el juicio de los periodistas, sino el del buen Dios."
"Para elegir mi nombre papal pensé en Benedicto XV, y a través de él, en el propio San Benito. Era la conexión adecuada. No podía convertirme en un Juan Pablo III, yo era distinto, estaba cortado con otro patrón, tenía otra clase de carisma o de no carisma".
 
"Las Jornadas Mundiales de la Juventud se cuentan entre los recuerdos más bellos de todo mi pontificado: Colonia, Sidney, Madrid. Son tres hitos en la vida que nunca olvidaré. Me alegró tener la oportunidad de estar allí, ser acogido, poder ayudar a otros".
 
"Es posible que el Evangelio desaparezca de algunos continentes. También puede desaparecer en ámbitos en los que tenía gran presencia. Pero nunca debe dejar de ser anunciado y nunca devendrá irrelevante".
 
"En cuanto a la reautorización de la Misa Tridentina...No se trata de que ahora haya otra misa. Son dos modos de celebrarla ritualmente, pero que forman parte de un rito básico. Siempre he dicho y sigo diciendo que es importante que cuanto en la Iglesia antes era lo más sagrado para las personas no se convierta de repente en algo prohibido. No puede ser que una sociedad prohíba lo que antes consideraba esencial. Se trata de la reconciliación interior de la Iglesia consigo misma".
 
"El poder nunca lo experimenté como algo que me hacía fuerte, sino siempre como una responsabilidad, como un peso, como una carga. Como algo que le obliga a uno a preguntarse día tras día: ¿he estado a la altura?"
 
 
"Por lo que respecta a la aclamación de las multitudes, siempre supe que las personas no pensaban tanto en este pobre hombrecillo cuanto en aquel a quien yo representaba".
 
"Junto con la santidad, la iluminación es meta de la vida cristiana. Pero el término "iluminado" tiene algo de elitista. Soy un cristiano completamente normal. La verdad es luz, y en virtud de la fe también una persona normal está iluminada, porque ve lo que otros, por muy inteligentes que sean, no perciben. En este sentido, la fe es iluminación".
 
 
A la pregunta de si ha habido momentos en su vida en que se haya preguntado si todo lo que creemos sobre Dios no será más que una idea, el Papa responde: "Ese tipo de preguntas surgen una y otra vez. Pero luego tengo tantas experiencias concretas de fe , experiencias de la presencia de Dios, que estoy bien armado para esos instantes y no pueden conmigo...Gracias a que me siento tan vinculado con el Señor, nunca estoy del todo solo".
 
Se supone que el Papa debería tener una relación especialmente íntima con el Señor: "Así debería ser, y yo no tengo la sensación de que Él esté lejos. Pero a pesar de ello, no dejo de ser un hombre pequeño e insignificante, que no siempre alcanza hasta Él".
 
"No he vivido noches totalmente oscuras, tal vez no sea lo suficientemente santo para verme envuelto en tamaña oscuridad, pero a veces los interrogantes se hacen muy grandes. Entonces no queda más remedio que apretar los dientes y seguir adelante, desde la fe en que Él lo sabe todo mejor...Si no entiendo algo, no es porque eso sea falso, sino porque yo soy demasiado pequeño para entenderlo".
 
"Al renunciar, no abandoné la cruz. Se trata de otra forma de permanecer unido al Señor sufriente: en la quietud del silencio, en la grandeza e intensidad de la oración por la Iglesia entera. El paso que di no fue una huida, sino justamente otro modo de permanecer fiel a mi  ministerio".
 
 
"Al salir del Vaticano, me conmoví profundamente. La cordialidad de la despedida, el hecho de que mis colaboradores (se le quiebra la voz)...no pudieran contener las lágrimas. En lo alto de la casa Pastor Bonus había una gran pancarta con la inscripción "Qué Dios te lo pague", y las campanas de Roma...(el Papa llora). Eso me conmovió mucho".
 
"Volando sobre Roma y oyendo el tañido de las campanas, supe que podía estar agradecido, que mi estado fundamental de ánimo era la gratitud".
 
"Francisco me corrige a través de su afectividad directa con las personas. Se trata de una persona reflexiva, que aborda espiritualmente las preguntas de la época. Está muy cerca de la gente...y también es de destacar la valentía con la que afronta los problemas y busca soluciones".
 
 
 
"La preparación para la muerte consiste en aceptar la finitud de esta vida y en encaminarse interiormente hacia el encuentro con el rostro de Dios. Se logra con la meditación, pensando una y otra vez que el fin se acerca. Lo importante es el hecho de vivir con la conciencia de que toda la vida se dirige hacia un encuentro".
 
 
 
San Pedro Canisio.
"Tengo algunas oraciones favoritas, entre ellas la "Oración general" de San Pedro Canisio:
 
¡Oh Dios todopoderoso y eterno, Señor, Padre celestial!
Mira nuestra calamidad, miseria y necesidad con los ojos de tu insondable misericordia.
Compadécete de todos los fieles cristianos, por los que Tu Hijo unigénito,
nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo,
se entregó voluntariamente en manos de los pecadores
y derramó su preciosa sangre en el tronco de la Santa Cruz.
Por los méritos de Nuestro Señor Jesús aparta de nosotros, oh Padre clementísimo,
los castigos merecidos, los peligros presentes y futuros,
los disgustos dañinos, los preparativos bélicos, las carestías,
las enfermedades, las épocas de tristeza y miseria.
Ilumina también y fortalece en todo lo bueno a los dirigentes y gobernantes
tanto espirituales como seculares, para que fomenten
todo lo que pueda contribuir a Tu gloria divina y a nuestra salvación,
así como a la paz universal y al bienestar de la cristiandad en la paz.
Concédenos, oh Dios de la paz,
una adecuada reunificación en la fe,sin cismas ni divisiones;
convierte nuestros corazones a la verdadera penitencia y a la enmienda de vida;
haz que prenda en nosotros el fuego de tu amor;
danos hambre y celo de toda justicia,
 para que, como niños obedientes, te resultemos agradables
y placenteros en la vida y en la muerte.
También te suplicamos, como tú quieres que te supliquemos,
oh Dios, por nuestros amigos y enemigos, por los sanos y los enfermos,
por todos los cristianos tristes y compungidos,
por los vivos y los difuntos.
En tus manos ponemos, oh Señor, todas nuestras acciones y omisiones,
nuestra actividad y cambio, nuestra vida y muerte.
¡Permítenos disfrutar aquí de Tu gracia y llegar aquí, con todos los elegidos,
a alabarte, honrarte y glorificarte en la paz y la dicha eternas!
¡Concédenos todo esto, oh Señor, Padre celestial!
Por Jesucristo, Tu Hijo amado, quien junto contigo
y con el Espíritu Santo vive y reina, como Dios en igual medida,
de eternidad en eternidad.
Amén.
 
"Cuando uno no ha sentido el amor, tampoco puede hablar sobre él. Ser amado y devolver amor a otros es fundamental para poder vivir, para poder decirse sí a uno mismo y poder decir sí a los demás.
Por último, cada vez he visto con mayor claridad que Dios mismo no solo es, por así decirlo, un gobernante poderoso y un poder lejano, sino que es amor y me ama; de ahí que la vida deba estar moldeada por Él. Por esa fuerza que se llama Amor".
 

FOTOS: Google. 

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