domingo, 27 de enero de 2019

La Fuente de la Gracia

En mi reciente visita al Museo Nacional del Prado, además de visitar la exposición dedicada al artista Bartolomé Bermejo, tuve ocasión de contemplar con detenimiento una de las obras más importantes de la colección de pintura flamenca que se conserva en nuestra pinacoteca. Se trata del célebre cuadro titulado "La Fuente de la Gracia y el triunfo de la Iglesia sobre la Sinagoga".

La Fuente de la Gracia (1430-1440)

La obra fue pintada en los Países Bajos en el taller de Jan van Eyck, aunque el maestro no trabajara directamente en ella. Fue donada por el rey Enrique IV de Castilla al Monasterio de Santa María del Parral en Segovia antes de 1454, aunque se ignora cómo la adquirió el monarca. En el siglo XIX, durante el proceso desamortizador de los bienes eclesiásticos, el cuadro fue tomado del mencionado monasterio, pasando a la Academia de Bellas Artes, después al Museo Nacional conocido como Museo de la Trinidad, el cual se fusionó con el Museo del Prado en 1872. 

 Enrique IV de Castilla

El reciente proceso de restauración de la obra ha facilitado un estudio exhaustivo de la misma, razón por la cual, el Museo Nacional del Prado la ha expuesto temporalmente en una sala independiente que proporciona a los visitantes la posibilidad de adentrarse en multitud de detalles que podrían pasar desapercibidos.

La pintura en cuestión expone uno de los principales dogmas del Cristianismo: el goce de la Gracia Divina, entendida como el goce de la presencia de Dios más allá de la vida terrena. Una gloria que el cristiano alcanzará mediante la Comunión Eucarística. La Eucaristía es, por tanto, la gran protagonista de esta pintura, que mana de la fuente divina, la cual surge bajo el Trono de Dios Padre, y se dirige hacia la Humanidad a través de un frondoso prado. En la parte inferior contemplamos a la Humanidad, dividida en dos grandes grupos: la cristiandad y los judíos. 

Ese principio de la Eucaristía como salvadora se plantea a través de tres niveles visuales que son recorridos por la Fuente de la Gracia y que quedan ligados por una arquitectura que enmarca el conjunto. Bajo el tema principal subyace la alusión a la difícil convivencia entre cristianos y judíos.

Nivel superior 




En el centro, contemplamos a Dios Padre sentado en el trono, y a ambos lados la Virgen María y San Juan Evangelista. Dios Padre bendice con su mano derecha mientras sostiene el cetro en la izquierda. Se trata de una imagen que nos recuerda a Cristo Rey. Porta corona alusiva a su reinado eterno. En los laterales de su trono se aprecian las esculturas alusivas a los cuatro evangelistas. Ante Dios Padre aparece el Cordero del sacrificio, bajo el que mana la corriente Eucarística.


El trono se sitúa al pie de una pieza arquitectónica acabada en una aguja gótica adornada con dieciocho estatuas que hacen referencia a los profetas. Toda la estructura arquitectónica es, en sí misma, una traslación visual de las custodias góticas que albergan al Santísimo Sacramento. Se trata de una verdadera metáfora visual que se repite en la parte inferior de la obra.


A los lados de Dios Padre, contemplamos a la Santísima Virgen María leyendo con atención las Sagradas Escrituras y a San Juan escribiendo el Evangelio. El suelo que aparece bajo sus pies está decorado con baldosines, en uno de los cuales, la reciente restauración de la obra ha descubierto una decoración epigráfica en la que se representan las iniciales hebreas de la frase: Tú eres poderoso y eterno, oh Señor. 

Nivel intermedio 



La corriente Eucarística atraviesa un prado poblado por multitud de especies vegetales, habiéndose identificado hasta 20 especies distintas representadas de forma exquisita. Justo al paso de la corriente eucarística, las plantas se inclinan como si estuvieran sedientas de la gracia que mana de esa corriente. Se trata de una metáfora que integra el mensaje que se quiere ofrecer a través de esta obra pictórica. A ambos lados, contemplamos grupos de ángeles. Los ángeles músicos de la izquierda tocan la viola, el órgano portátil y la trompa marina, mientras que los de la derecha tocan el salterio, el arpa y el laúd. Junto a ellos se encuentran los ángeles cantores situados en sendas torres ubicadas en los extremos. Los de la izquierda cantan mientras que los de la derecha, además de cantar, sostienen una filacteria que incluye una inscripción alusiva a un versículo del Cantar de los Cantares: "Fuente de los huertos, pozo de aguas vivas". Este versículo alude a la corriente que fluye junto a los ángeles y que clarifica el mensaje de la obra. Las piezas arquitectónicas góticas hacen referencia a la Jerusalén celestial, y a través de sus ventanas se contempla el frondoso jardín que alude al Paraíso. Los ángeles situados bajo las arcadas miran hacia la parte inferior donde se sitúa la Humanidad, dirigiéndole este mensaje: Esta es la fuente de la Vida, esta es la fuente de la gracia.
Nivel inferior



La zona inferior está situada fuera de la Jerusalén celestial y agrupa a la Humanidad como receptora de la corriente Eucarística. En el centro se sitúa el pozo de aguas vivas. Al pozo cae el agua repleta de la Eucaristía a través de una custodia gótica ricamente decorada con diversos elementos simbólicos. Bajo un ángel se sitúan un pelícano picándose el pecho para alimentar a sus crías y un ave Fénix que resurge de sus cenizas; ambos son alusiones simbólicas al sacrificio Eucarístico y a la Resurrección.

A ambos lados del pozo se sitúan la Humanidad. A la izquierda del espectador se dispone la Cristiandad, incluyendo al Romano Pontífice, un emperador, un Cardenal, un obispo, un rey, un abad y personajes diversos con ropas civiles, arrodillados o en oración y con elementos distintivos de su cargo. La mano del Papa señala las Eucaristías que manan de la fuente de la gracia, indicando cuál es el camino de la salvación.

Los expertos adivinan en las facciones del Romano Pontífice, al Papa Martín V, mientras que el emperador parece reflejar las de Segismundo de Luxemburgo. En cuanto a la figura del Obispo, parece representa a Alonso de Cartagena, Obispo de Burgos, muy vinculado a la Corte de Juan II. El Obispo era hijo de judeoconversos, personaje de gran poder en la Castilla de la época y asesor de Enrique IV cuando éste era príncipe. Los textos teológicos de su autoría se vinculan directamente al mensaje que ilustra esta obra pictórica hasta el punto que se puede afirmar que la obra comparte el método teológico propio del Obispo. La tesis que afirma que se trata de Alonso de Cartagena se refuerza por el hecho de que la pieza arquitectónica superior en la pintura presenta el mismo diseño con el que se concluyeron las torres de la Catedral de Burgos por orden del Obispo.

A la derecha del espectador, se disponen los judíos, que por sus gestos demuestran no aceptar ni entender la importancia de la gracia. Dan la espalda, se tapan los oídos, se rasgan las vestiduras; en resumen, constituyen un grupo sumido en la confusión y esto se refleja también en el texto hebreo que aparece en una filacteria, el cual es ilegible, no dice nada.

Todo indica que se trata de una obra realizada en el taller de Jan van Eyck pero concebida en Castilla reflejando la difícil convivencia entre cristianos y judíos, pero dentro de un ambiente conciliador con la cuestión judía, del que formó parte el Obispo Alonso de Cartagena, como hijo de judeoconversos.

Todos estos detalles objeto de estudio junto a la magnífica restauración a la que ha sido sometida la pintura han incrementado la luminosidad de esta obra en todos los aspectos que encierra. Resulta enriquecedor situarse ante una obra maestra y desgranar todos los detalles que contiene, para lo cual no queda más que agradecer a todos los que trabajan para su conservación y estudio, dándonos la oportunidad de disfrutarla y conocerla en profundidad.



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